Julio Sapollnik

Catálogo Martín Pérez Agrippino

El nuevo siglo encuentra a una gran cantidad de pintores menores de treinta años aceptando la figuración como modo de expresar sus inquietudes artísticas. Seguramente, es la consecuencia de haberse formado en el rigor de la tradición en cuanto a las técnicas clásicas del dibujo y la pintura. Tienen algo para decir y no dudan en hacerlo, otorgándole al espacio representativo convencional, toda la energia de sus juveniles personalidades. La construcción de la realidad aparece en sus imágenes con la fuerza expresiva de vivir como un “nuevo renacimiento” no en el sentido de la búsqueda de la belleza, sino en la imperiosa necesidad de encontrar la verdad.

Entre esos nombres, el de Martín Pérez Agrippino se ha destacado en los últimos tiempos por haber obtenido el reconocimiento de sus pares y en diferentes y jerarquizados concursos, prestigiosos jurados le han otorgado importante cantidad de premios y menciones. Ellos supieron apreciar el rigor de la técnica y una manera original de abordar la temática contemporánea, alcanzando esta conjunción el dotonante para una reflexión insoslayable.

Pérez Agrippino realiza sus minuciosos trabajos sobre telas no demasiado grandes, en las que una acotada paleta se repite, aludiendo así, una y otra vez, a un mismo clima que envuelve sus inquietudes.

Pinta con lo básico: amarillo, bermellón, verde talo y blanco y si lo necesita emplea un poco de carmín y azul. Con esos pocos colores encuentra una propia gama de tonos que le permite alcanzar un concepto unificador, una escenografía dosolada característica de sus pinturas. Como un gran telón de fondo, descascarados muros se alzan hacia un cielo siempre oscuro, son los restos, los vestigios que quedan de un pasado que alguna vez fue glorioso. Las obras narran una historia en un tiempo metafísico done no existe la naturaleza ni la luz natural, generadora de esperanza y vida. Como recortes de una ciudad devastada, Pérez Agrippino parece alertarnos acerca de un futuro impío, donde el abandono y el desamparo podrían ser la dura evidencia de deshumanidad e indiferencia que nos rodea.

Pérez Agrippino maneja la ironía con sutileza a través de ocurrentes elementos que resultan disparadores metafóricos de lo que se propone expresar. A la manera de un Magritte argentino sabe unir elementos dispersos en una nueva realidad. En alguna de sus obras y en medio de las ruinas, un solitario personaje masculino aparece con su bombin. Hábilmente colocado, este distinguido señor podría representar el único testimonio de un pasado esplendoroso. Pero qué pasado ? Un pasado europeo, un pasado gauchesco ?, cuál es el pretérito que le corresponde a los argentinos ?, dónde está la tan buscada identidad nacional ? Será ése el trabajo que realiza el arqueólogo recostado sobre los escombros donde lo único que parece encontrar es el gauchito mascota del mundial de 1978 ?

Las preguntas se suceden y no hay respuestas únicas, Martín tampoco las tiene, pero sí las preguntas que se formula ante cada nuevo trabajo y que logra trasmitir al contemplador, sacudiéndolo de una modorra complaciente.



Julio Sapollnik
2001


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